A finales de la década de los cincuenta y a lo largo de los sesenta, tanto en Europa como en Estados Unidos, surgió un movimiento dentro de la izquierda que buscó repensar sus fundamentos y los objetivos de la lucha social. Aunque se arraigó de distintas maneras en uno y otro lugar, la llamada “Nueva izquierda” suele explicarse como una respuesta a lo que sucedía dentro de la Unión Soviética, especialmente en el caso europeo, mientras que en Estados Unidos se le vincula de manera particular al pensamiento del sociólogo estadounidense C. Wright Mills.
En México, esta corriente llegó a los pasillos de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1963 con una publicación que decididamente llevó su nombre. Nueva Izquierda tenía como miembros del Consejo Directivo a Rolando Cordera, Daniel Molina, Ricardo Valero, Margarita Suzán y, más tarde, a Manuel Barros. Fueron impresos tan sólo dos números, pero su propuesta editorial y los artículos que los conformaron no dejan de ser reveladores de un momento particular en la historia intelectual y política mexicana.
En su editorial, los miembros de la Nueva Izquierda se reconocen como una generación con un lugar particular en el devenir mexicano. Por un lado, se ubican como parte del proceso histórico total de México, pero por otro lado, como herederos abiertamente inconformes de la realidad nacional, ávidos de cambios y dispuestos a enfrentar las nuevas tareas que éstos implicaran. Asimismo, se definen abiertamente como una generación revolucionaria creyente del socialismo a pesar del “stalinismo, de la ortodoxia dogmática y del oportunismo”.
Con esta declaración de principios nació en los albores de lo que sería la turbulenta década de los sesenta una publicación que en sus páginas reunió una serie de artículos de diversos autores, esencialmente jóvenes universitarios interesados en discutir temas que fueran relevantes más allá de las aulas y en los que vislumbraron posibilidades de transformación.
Los colaboradores de Nueva Izquierda esbozaron claramente sus preocupaciones políticas con un ojo tan crítico con la derecha y el partido oficial, como con la izquierda y sus posibilidades. En el primer número, un artículo de Gabriel Careaga critica la simulación lo mismo de la izquierda que de la derecha que “juegan a la política” en México. De la segunda incluso denuncia la veta “vulgar y dogmática” de un marxismo que no sale de la repetición. Por otro lado, en el segundo número, un artículo de mucha mayor actualidad para el momento señala los límites de las reformas electorales llevadas a cabo en 1962 para poder hablar de una verdadera democratización en el país. Se trata de un artículo propositivo, que se suma a la propuesta esbozada por el MLN (Movimiento de Liberación Nacional) de que la primera lucha electoral de las izquierdas para las próximas elecciones tendría que ser por una nueva Ley Federal Electoral, más que presentando candidatos.
Otro tema fundamental para la revista, y que se revela claramente en sus dos números, es la Universidad. Diversos artículos se preocupan por su situación y por el papel que tendría que adoptar en la sociedad. Uno plantea la urgente necesidad de que ésta se mantenga como un centro de estudio autónomo, mientras que otro, escrito por Margarita Suzán y Daniel Molina, le hace eco señalando la influencia de la sucesión presidencial y de los cambios administrativos dentro de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales (antes de ser Facultad) y su situación política. Por otro lado, un artículo del segundo número, que ve a los medios de comunicación como corresponsables del enajenamiento que vive el pueblo al desvincularlo de “todo contacto sano y directo con el mundo”, plantea que la Universidad tendría que intervenir creando medios de información y difusión de noticias veraces. Siendo ésta “el último reducto de la auténtica libertad de expresión”.
Sin embargo, entre este tipo de artículos preocupados por cuestiones políticas y sociales, los editores de la Nueva Izquierda también parecieron preocuparse por la cultura. Así, los dos números incluyen un vistazo a los intereses culturales de la juventud universitaria. Particularmente interesados en el cine, en el primer número se publicó una crítica de West Side Story que la califica como “uno de los films más extraordinarios y completos” de los últimos años, y, en el número siguiente, apareció una sobre El Eclipse de Antonioni. El primer número también publica un artículo que cuestiona la política soviética sobre las artes y al realismo socialista como la única vía por la cuál expresar la lucha socialista. Estas mismas páginas estuvieron también dispuestas para artículos de naturaleza más teórica o incluso literaria. Una colaboración de Raúl Olmedo Carranza se manifiesta en contra de mantener a la ciencia política en la teoría y propone que la única vía de transformación es la participación en los movimientos sociales. Asimismo, en el primer número se publica una entrevista ficticia escrita por Carlos Monsiváis.
Finalmente, otra de las propuestas de esta revista de corta vida es la discusión de cuestiones de índole internacional. De este modo, se publicó lo mismo un artículo que problematiza la situación de los negros en Estados Unidos, muy a tono con las preocupaciones de la nueva izquierda estadounidense, que un artículo sobre la lucha a favor reforma agraria en Brasil.
Un vistazo a los dos números de Nueva Izquierda resulta pues en un genuino acercamiento a las preocupaciones de un grupo de jóvenes universitarios que procuraron asumir ese papel intermedio que sintieron que les había tocado como generación. Con las ganas de transformar lo más inmediato de su realidad en la Universidad, pero también la difícil situación de los afroamericanos en Estados Unidos, la misma revista que quería hablar de política mexicana y de arte en la Unión Soviética se mantiene como prueba de que algo también hervía a principios de los sesenta en México.
*Damos las gracias a Rolando Cordera, uno de los miembros clave de Nueva Izquierda, por habernos darnos a conocer esta publicación y por amablemente habernos proporcionado copias de ella.
Los felicito por el rescate. ¿Habla de la Nueva Izquierda en otros países?
Estimado Carlos, gracias por su comentario. La revista no menciona literalmente a la corriente. Sabemos de su influencia en la misma por una conversación con Rolando Cordera y los temas que retoma la publicación. ¡Saludos!
Una sorpresa más de mi querido amigo Rolando Cordera, esta revista constituye una verdadera joya en la historia del movimiento estudiantil mexicano, en la que se perfila una de las tantas variantes del socialismo u de la izquierda mexicana en los años sesenta, setenta y aún ochentas, felicidades por el hallazgo, pero sobre todo por dárnoslo a conocer
Los que hacíamos la revista nos reuníamos en casa de Margarita Suzán, quien lamentablemente ya falleció. Varios de los de entonces no podrán leer esta reseña en Nexos, misma que me trajo inquietantes recuerdos de aquella época. En algún lado tengo los dos ejemplares de esa revista que, por cierto, según recuerdo, no tenía relación alguna con la inglesa New Left Review, fundada en 1960. Gracias por la, para mí, nostálgica nota.